¿Qué es un Oráculo?
Para empezar, definiremos el origen etimológico: Oráculo
viene del latín “oraculum” que, a su vez, procede del verbo “orare”, que
significa hablar. Pero ¿para qué sirve exactamente? Desde que llegamos a este
mundo la principal pregunta que nos hacemos, como humanos, es ¿con qué fin
existimos? Y luego de este cuestionamiento se generan muchos otros más como
¿cómo es que existimos? ¿A dónde iremos a parar?
¿Qué nos pasará luego de
morir? El objetivo del oráculo no es precisamente predecir el futuro, si no
determinar las circunstancias que se darían por hacer o dejar de hacer tal o
cual cosa; es decir, define las consecuencias de nuestras acciones. Es por eso,
que el Oráculo, siempre administrado por sacerdotes o ministros espirituales,
era utilizado para pedir respuestas a las deidades.
En los tiempos actuales el cuestionamiento de “qué es el Oráculo” se puede conceptualizar de diferentes maneras pero siempre dependiendo de ciertos elementos; por ejemplo, de acuerdo con el contexto en el que se desarrollan las consultas, en función a la persona que la realiza y el medio por el cual esta logra comprender la respuesta.
Los antiguos griegos, que se caracterizaban por su misticismo, tenían gran cantidad de oráculos que eran periódicamente visitados por los gobernadores y autoridades, con el fin de resolver dudas antes de tomar alguna decisión importante que de cierto modo involucraba el bienestar o hasta la vida de los pobladores.
Esta costumbre continuó existiendo hasta la época de los romanos.
Ahora, el Oráculo más conocido -y de mayor importancia en la historia- es el
Oráculo de Delfos. Este se ubicaba cerca del monte Parnaso, en el centro de
Grecia, un lugar que se creía era el centro del mundo por haber sido
encomendado y consagrado al dios Apolo.
Según lo que se creía, todas las fuerzas del universo confluían en dicho lugar,
por lo que desde ahí se podían identificar diversas las situaciones que podrían
suceder en el futuro. Los helenos acudían a este sagrado templo para comunicarse
con Apolo, a través de la Pitia –sacerdotisa encargada de la comunicación entre
humano y dios-.
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